Las enfermedades inflamatorias inmunomediadas (IMID)
Son un grupo clínicamente heterogéneo de enfermedades crónicas y altamente discapacitantes que comparten secuencias inflamatorias comunes y la desregularización del sistema inmune. Su prevalencia en el mundo occidental se estima en un 5-7%. Las IMID aparecen en la juventud (15-30 años), aunque se desarrollan con mayor frecuencia a partir de los 40-60 años.
Algunos trastornos comúnmente incluidos en este grupo son, entre otros:
Espondilitis anquilosante, psoriasis, artritis psoriásica, hidradenitis supurativa, artritis reumatoide y enfermedades inflamatorias del intestino (IBD). Aunque cada una de estas enfermedades tiene características clínicas diferentes, su rasgo común es un desequilibrio de las citocinas inflamatorias, común igualmente en su patogénesis.
Se ha observado que la coincidencia de dos o más IMID en el mismo paciente se asocia con una considerable pérdida de calidad de vida. Además, estos pacientes sufren un mayor riesgo de enfermedades malignas, infecciones y co-morbididades renales y cardiovasculares, que contribuyen a la sobrecarga de la enfermedad y un deterioro significativo de su calidad de vida.
Actualmente se sabe que tanto factores genéticos como los ambientales (dieta, sedentarismo, exposición a tóxicos, factores sociales y emocionales relacionados con estrés crónico, intestino permeable, etc..) juegan un papel importante en el desarrollo de estos trastornos.
El vínculo entre el microbioma intestinal y la inmunidad del huésped está ampliamente descrito en la literatura e implica una relación bidireccional entre microbios y el sistema inmunitario, innato y adaptativo.
El balance entre los mecanismos pro y antiinflamatorios es fundamental para la homeostasis inmune intestinal y se ve directamente afectado por las comunidades microbianas comensales del intestino.
Se sospecha que las perturbaciones de la microbiota intestinal alteran este equilibrio afectando principalmente a la mucosa intestinal y también la respuesta inmune sistémica. En este contexto, la denominada “permeabilidad intestinal”, frecuentemente asociada a un desequilibrio en la homeostasis microbiana y en la inmunidad local, se ha identificado como factor predisponente para el desarrollo de las IMID.
La relación entre la dieta y la aparición de este tipo de enfermedades ha sido también motivo de debate en los últimos años. La realidad es que a lo largo de las últimas cinco décadas se han ido acumulando numerosas evidencias científicas que señalan que el sistema inmune está fuertemente influenciado por la ingesta de nutrientes. De hecho, el desarrollo, mantenimiento y buen funcionamiento del sistema inmunitario depende de una nutrición adecuada y equilibrada.
Algunos estudios de intervención nutricional realizados sugieren que varios componentes dietéticos, especialmente los ácidos grados omega 3, la vitamina D y el selenio, así como la administración de varios probióticos combinados pueden tener un impacto sobre la mejoría clínica de estos pacientes. Además, se sabe que la administración de vitaminas A, E, C, D y B12, entre otras, producen una mejoría clínica y un retraso en la aparición de la enfermedad de forma significativa.
Sin embargo, son necesarios más estudios para solidificar esta evidencia.
Así mismo, la evidencia nos muestra que la depresión y los trastornos de ansiedad son frecuentes en estos pacientes, siendo factor desencadenante de estas enfermedades, y al mismo tiempo consecuencia de las mismas, dada la cronicidad y morbilidad que generan. Esto conlleva un impacto a nivel laboral y económico de gran envergadura puesto que se trata de procesos crónicos en la mayoría de las ocasiones.
Por todo lo expuesto, es indudable que el abordaje de los pacientes que padecen una o varias IMID debe realizarse desde la integración y la multidisciplinariedad, individualizando las estrategias y haciendo partícipe al paciente del cambio necesario en sus hábitos de vida.
Sólo actuando desde todas las piezas de complejo puzle que implica el abordaje de un paciente con una IMID, seremos capaces de obtener resultados satisfactorios a largo plazo, disminuyendo la yatrogenia y garantizando la mejor calidad de vida a nuestros pacientes.