La prevalencia de enfermedades alérgicas ha aumentado a nivel global en los últimos años, generando una importante discapacidad y daños socio económicos de envergadura.
El concepto de «marcha atópica» hace referencia a la progresión existente de la dermatitis atópica en la infancia hacia otras enfermedades alérgicas como la alergia alimentaria, el asma o la rino-conjuntivitis alérgica en fases posteriores de la vida.
En muchos casos, la dermatitis atópica es la primera manifestación de este fenotipo atópico, que solo llega a expresarse de forma completa en un 10% de los niños. No obstante, hasta el 40% de los niños con dermatitis atópica desarrollarán alergia alimentaria.
Según datos recientes, parece que la severidad de esta dermatitis en la infancia podría determinar el desarrollo de enfermedades alérgicas posteriores, por lo que una intervención adecuada, precoz y agresiva (con corticoides tópicos si es necesario) podría prevenir al menos en parte el desarrollo de esta “marcha”.
Además, se sabe que las prácticas alimentarias durante el período perinatal y los primeros meses de la vida parecen ser relevantes en el desenlace futuro de un desorden alérgico. La alimentación láctea, ya sea como lactancia materna o artificial con fórmulas y el momento en el cual son incorporados los alimentos sólidos en la dieta del lactante, representan importantes factores ambientales capaces de ser modulados y que podrían contribuir a la mantención de una respuesta inmune adecuada.
En este contexto, los ácidos grasos poli-insaturados de Cadena Larga omega 3, los probióticos y prebióticos están emergiendo como elementos terapéuticos prometedores en la prevención y el manejo de la marcha atópica, siendo actualmente diana de múltiples investigaciones.